Para devolver un libro (Privado, José Salvador)

No hacía mucho que lo habían transferido, pero estaba acostumbrado a las prisiones, lo mejor que podía, tenía una mínima idea de cómo manejarse, pero nada claro. Por lo menos se mantenía excluido e ignorado por todos, en ese lugar, era una ventaja.

Empujó la puerta de la biblioteca, miró al guardia parado en la entrada con culpa innecesaria. Dejó que la puerta se cerrara con su propio peso y fue directo al tipo con un tajo un la boca, el que atendía la biblioteca por ahora. Era, según el segundo Clyde, un imbécil que sabía poco y nada sobre libros, no tenía el derecho de estar sentado en esa silla, apoyando los pies sobre una pila de libros viejos.
- Vengo a devolver el libro –dijo con una sonrisa amable, al mismo tiempo que se lo pasaba. Le pidió el nombre y número de celda, una vez toda terminado, fue a buscar otro libro. Otro de los problemas que tenía, era que, a pesar de su buen comportamiento, no le permitían sacar más de un libro, según los guardias, era todo un logro que los pudiera sacar de ahí. No veía el logro. No le gustaba andar caminando, la idea de cruzarse con quien no debía lo espantaba.
Se sentó en una de las mesas más alejadas de la entrada y de las tres personas que había, para por lo menos, leer el comienzo y ver de qué trataba, si valía la pena tomar ese libro para toda la semana.

El libro resultó ser aceptable, muy atrapante, tenía una buena historia y estaba redactado de una forma que no le permitía dejar de leer, en cada oración descubría algo nuevo, parte del pasado de algún personaje, futuro, o razones de vivir.
En pocos minutos, tenía el libro encima de la cara, como si tuviera problemas de vista. A los quince minutos, en la página 30, ya se había olvidado de la existencia del resto del mundo, lo cual era bueno, si tenía en cuenta su timidez, es decir si se hubiera dado cuenta de la mirada del extraño, (que tenía por nombre "3 de pelo negro"), tendría las manos sudorosas, no podría concentrarse y terminaría por marcharse, con el libro en las manos, para hacer más rápido.

Mientras en el libro, la protagonista trataba de salvarse de una guerra creada por dictadores para su deleite y al mismo tiempo, sobrellevar la muerte de una amiga, escuchó la voz de alguien que no pertenecía al libro, alguien de verdad. Levantó la vista con desconfianza (que se disipó casi por compelto al ver su sonrisa).

-Hola -le devolvió una sonrisa amable. Dió vuelta el libro para mirar la tapa- Los Juegos del Hambre -marcó la página del libro con un trozo de papel y se lo pasó, para que pudiera verlo él mismo.

Lo miró expectante, sentía que se quedaría con el libro solo para molestarlo, no le había pasado nunca, pero era uno de los tantos pensamientos que aparecían cada vez que pensaba en leer el libro perfecto en la carcel.
La segunda sonrisa que le dió lo calmó casi por completo, la primera le había dado la confianza para no tener las manos tan sudorosas y ahora se sentía casi cómodo con aquel extraño. Le sonrió nuevamente, con confiaza, contento de haber encontrado a alguien amable. "A ver cuánto dura." comentó riendo con sorna el segundo Clyde.

- Lo es -respondió entusiasmado -de más, obviamente- Es... la vida de una joven, en unos Distritos, controlados por una capital, todos se encuentran en una especie de dictadura, cada año se festejan unos juego, que parecen ser peligrosos, no puedo decirte nada más, no terminó de explicar del todo -terminó con una sonrisita medio avergonzada. El segundo Clyde se alegró de que hubiera tan poca gente en la biblioteca, sería una vergüenza si alguien más lo viera, ya era suficiente con que se relacionara normalmente con aquel idiota.

Tomó el libro y lo apoyó debajo de sus manos en entrelazadas, como cuidándolo de cualquier posible robo de un extraño que pasara por ahí.

- Lo es, siempre es un problema –sonrió con comprensión, preguntándose qué haría cuando se acabaran los libros para leer. Lo observó acercarse con cierto cuidado, siempre desconfiando, como un gato asustado.- Oh, lo siento mucho, debe ser difícil –dudo un momento, antes de palmear su espalda, pero parecía lo mejor, a pesar de que no entendía el sentimiento por completo ya que no tenía nada en absoluto que lo atara fuera de aquel lugar, y que lo único que extrañaba, era no tener miedo de todas y cada una de las personas que veía a diario.
Se giró para tenerlo de frente, sugerencia del Segundo Clyde, para tenerlo por completo en su rango de vista. Le devolvió la sonrisa, le molestaba que pudiera sembrar la sospecha con tanta facilidad en alguien que parecía tan bueno.

- Si hablara con alguien, Clyde –dijo con una sonrisa divertida, mientras tomaba su mano- Un placer

Estrecho la mano del chico como un acto de amistad y suspiro.


-¿No hablas con muchos?, bueno, la verdad se te nota, pareces una persona tranquila, ¿Como terminaste en una prisión como esta? -preguntó con curiosidad.

La verdad Clyde se le hacia peculiar, era el tipo de persona que no parecía suficientemente malo para estar en una prisión de ese nivel, de hecho parecía más del tipo que prefiere quedarse en casa un sábado por la noche que de los que van por el mundo causando problemas.

Comenzaba a resultarle interesante que suspirara tanto durante tan corto tiempo, así como le sorprendía que ambos estuvieran sonriendo tan libremente.

- No, no relamente –sonrió con tristeza- A-aah… Bien… -no pensaba hablarle sobre el Segundo Clyde, no era bueno, normalmente la gente trataba de molestarlo para ver si era verdad o se alejaba totalmente- Era un asesino serial –levantó la vista después de decirlo, para ver si había sido convincente- ¿Vos? –era probable que la conversación terminara desviada y con eso estaría salvado de cualquier explicación y de paso sabría qué clase de persona era Guanco, aunque era muy probable que le mintiera como estaba haciendo él mismo; el Segundo Clyde se daría cuenta probablemente si estuviera mintiendo, como siempre, o por lo menos sembraría la duda que no quería tener sobre el tema.

Salvador se le quedó mirando simplemente, pero se echó a reír con lo de asesino serial.

-Vos sos de los que no matarian ni a una mosca... se te nota con esa carita de bueno y tu forma de ser -hizo una leve pausa- yo estoy aquí por matar a un policía, fue sin querer, aunque al jurado le pareció lo contrario....

Suspiro nuevamente y miró el libro de Clyde, quería hacer una prueba así que se lo quitó sin mucho decoro.

-¿Te importa sí lo leo ahora?

Sonrió comprensivo, mientras el Segundo Clyde gritaba en su cabeza sin parar, lo imbécil que era el otro por reírse, todo lo que tenía que mostrarle, las millones de razones que tenía para demostrarle que no tenía razones para estar riéndose.

- Lo-lo sé –sonrió avergonzado, seguramente creía que mentía, pero no podía explicarle la doble personalidad. Su sonrisa se borró y pasó a algo parecido a la sorpresa o confusión- ¿Sin querer?
Tal vez, como en su caso, había tenido un imbécil por abogado , mientras pensaba fijo la vista en el vacío. Cuando siguió la mirada del otro, este estaba por sacarle el libro.

- Ah –el acto lo tomó por sorpresa, hsta el momento parecía alguien amable- No, claro que no –sonrió forzadamente ya que el Segundo Clyde no se callaba, ya no gritaba, pero las formas de cortar manos que describía le producían impresión de solo imaginarlas.

Decidió seguir con su prueba, quería ver que tipo de persona era el chico que estaba a su lado y como realmente se encontraba aburrido pensó que provocarlo un poco podría darle algo de acción a su rutina.

-Muchas gracias -sonrió de nuevo, como agradeciendo lo del libro y lo colocó sobre la mesa un momento- y bueno, si fue sin querer, yo no quería matarlo, sólo quería que dejara de molestar a mi amigo, pero en lugar de apuñalarlo en el brazo le di en el corazón -suspira- bueno, yo estaba borracho también... esas cosas le juegan a uno en contra cuando está frente a un jurado.

Tomó nuevamente el libro y lo primero que hizo fue mirar las últimas págimas, lo cerró y se lo pasó a Clyde.

-Que mierda de final, no te recomiendo que lo leas -dijo mientras se lo devolvía- al final la protagonista muere y al final todo lo que hizo no sirvió para nada, la dictadura sigue igual -se estaba inventando eso, pues realmente no había leído el final, aunque quería ver la reacción de Clyde ante semejante acto.