Un compañero de celda difícil (Privado, Hiruma)

Entró en la celda en la mañana temprano, al rededor de las ocho, luego de haber ido a buscar el segundo libro de una trilogía. Se lo había llevado de la biblioteca rápidamente, ya que había esperado una semana para poder continuar con la historia de aquella joven protagonista. Había dejado de avergonzarle que parecían ser libros orientados a adolescentes y consiguió ignorar las quejas y ocacionales burlas del segundo Clyde sobre su lectura, aunque era dificil concentrarse en ella mientras la voz en su cabeza le hacía preguntas sobre la actividad sexual de la protagonista y sus supuestos amigos.
Trató de no mirar en la cama de arriba, para comprobar si su compañero seguía ahí o ya se había ido, ojos que no ven, corazón que no siente, se decía para calmarse. Lo cierto era que, al igual que la matoría de los presos, su compañero de celda, le daba miedo y trataba de evitarlo, con tanto éxito como un barco puede evitar el mar. Estaba encerrado en ese lugar con él, durante quién sabía cuánto tiempo.
Apoyó el libro sobre su almohada y se dispuso a ordenar los libros que le habían permitido traer y comprar, de afuera. Se encontraba bastante ansioso, por no decir demasiado, de leer lo que había conseguido, pero sabía que el tercero, el final de aquella saga, no se encontraba en la biblioteca, tendría que arreglarselas para poder comprarlo, tal vez alguna abuela lejana, tuviera la amabilidad de comprarle al psicópata de su nieto, un libro para adolescentes. En fin, quería deborar ese libro, pero no quería encontrarse con un final demasiado abierto y como sabía que sería así, posponía la lectura.

No te recomiendo recostarte, esta litera está averiada, se caerá en cualquier momento -comentó sin mirarle, mientras mantenía los ojos pegados en su libreta negra y posteriormente despedía una enorme burbuja de goma de mascar sin azúcar de sus labios-

-La había conseguido por ahí, no era como si pensara dar más detalles sobre eso-

-No conocía a su compañero de celda, de hecho nunca había cruzado palabras con él sino hasta ahora, y además nunca se había dedicado a mirarlo para saber cómo era físicamente, sólo sabía sobre él lo que le resultaba útil y tenía anotado en su cuaderno demoníaco. De hecho en ese mismo instante pasó las páginas hacia donde se encontraban los datos personales más relevantes del chico. Era joven, aunque dos años mayor que él, pero no lo parecía. En fin, aquellos eran datos irrelevantes, por ahora lo único importante eran los detalles sobre sus crímenes y sobre que no parecía ser la persona capaz de provocar un genocidio de fuego-

Deberías hablar con algún jodido oficial para que arregle la puta litera... -comentó con voz áspera pero tranquilamente, así era como solía hablar siempre. De pronto leyó otro dato importante de su libreta, algo que no había notado antes, sonrió ampliamente de manera algo psicótica y dejando relucir sus dientes afilados como los de una piraña. Miró al chico- ...antes de que mueras aplastado por estos fierros cuando duermes -finalizó esperando ver algún tipo de reacción del joven-

La voz de su compañero lo tomó por sorpresa y no se molestó, o no pudo, ocultarlo. Levantó la cabeza y lo miró escuchándolo. La cama no parecía estar en mal estado, tal vez simplemente quería molestarlo, o estaba tratando de retarlo a acostarse abajo. De cualquier manera, acostarse ya no era una opción. Observó la libreta que abstraía su atención con curiosidad.
Bajo la vista a la cama, pensando qué hacer, ya que no quería volver a la biblioteca otra vez. Tirar el colchón al piso era lo mejor, de cualquier manera, era obvio que por el grosor del colchón, terminaría con los rayos de la cama marcados en la espalda todas las mañanas, además de un horrible dolor por las contracturas.

- Lo mejor sería tirar el colchón… No es necesario hablar con nadie –trató de sonreírle pero le costaba bastante, siendo a primera vista tan parecido al resto de la mayoría de los presos, le asustaba. El no conocerlo y no saber por qué está en ese mismo momento acostado en la cama de arriba, de la celda que le asignaron por, por lo que podría ser, asesinar desde la torre más alta de la ciudad a cuanta persona pasara cerca de la mira de su arma. El segundo Clyde dijo que podría encargarse en ese mismo instante, que sería divertido escucharlo. Mientras comenzaba a sacar las cosas que se encontraban sobre la cama y ponerlas a un costado, el francotirador siguió hablando.
Lo que dijo no lo tranquilizó, pero aún así sonrió.
- N-no pasará nada, moveré el colchón al piso –quedaría poco lugar, pero todo estaría bien- Si… la cama de abajo va a ser aplastada… ¿Qué pensas hacer cuando te caigas? –la pregunta no iba mal intencionada, pero el Segundo Clyde comenzaba a hacer preguntas que le generaban dudas. Si la cama caía, su dueño también. El Segundo Clyde se preguntaba si los rayos se romperían y se clavarían en su espalda, o en su defecto algún fierro.

Jeh -rió desdeñosamente y mirándole atento. Pausadamente cerró su libreta y la guardó en el bolsillo de su pantalón, se irguió en el colchón (Si es que podía llamarse colchón) posando sus codos en este y le miró de forma seria- Pues... tendré que encargarme yo de ir a ver a algún jodido oficial para que la arregle, ya que tú no has querido ir -explicó y se puso de pie dando un salto desde la cama, cayendo justo frente al muchacho. Le miró serio por un instante antes de sonreírle ladino como siempre hacía- Supongo que no te molestará quedarte solo... al parecer te sientes mucho más cómodo cuando no estoy -comentó como respuesta al haber notado que el chico se había seudo-sorprendido al darse cuenta de que eran dos en la celda en ese momento-.

-De pronto notó la cantidad de libros que el chico tenía en la celda. Hm... Qué raro que no lo había notado antes, con lo fijado que era. Sacó su libreta y apuntó en la hoja que había dedicado a su compañero: "Lee mucho".- Hm... Así que te gusta leer... -dio unos pasos alejándose unos metros del chico y acercándose a la puerta- ¿Y te gustan los jodidos libros basura que tienen en esta biblioteca de mierda? -inquirió curioso, como sin poder creer que alguien leyera alguno de los libros que allí tenían. Él también los había frecuentado y le habían parecido muy aburridos, además a otros les faltaban páginas, la portada o estaban llenos de dibujitos y rayas indecorosas-